El tenista serbio, Novak Djokovic, protagonizó una montaña rusa emocional en las ATP Finals de Turín, dejando atónitos a los espectadores con su comportamiento peculiar y cambiante. Después de perder contra el danés Holger Rune, Djokovic expresó su frustración de manera intensa, destrozando raquetas en la silla y avivando la tensión en la pista al invitar al público italiano a abuchear durante su encuentro con Jannik Sinner.
La relación de Djokovic con la silla del juez no fue la única afectada, ya que su actitud desafiante se extendió a su rivalidad en la cancha. Buscando enemigos para liberar tensión, Djokovic mantuvo a todos en vilo respecto a su continuidad en el torneo. Sin embargo, la determinación de Jannik Sinner, que no especuló con la eliminación de Djokovic, le permitió clasificarse para las semifinales y cambiar el rumbo del torneo.
La sorpresa llegó con la revelación de Goran Ivanisevic, entrenador principal de Djokovic, quien compartió un episodio desconocido. Después de perder ante Sinner, Djokovic desapareció del radar de su equipo durante más de un día, generando incertidumbre en torno a su participación en el torneo. Ivanisevic destacó la paciencia del equipo ante las luchas internas de Djokovic y describió la situación como "extraña".
A pesar de estos altibajos, Djokovic demostró ser un depredador en la cancha, conquistando las ATP Finals y sumando otro logro a su impresionante carrera. Ivanisevic reconoció la dificultad de lidiar con Djokovic cuando pierde, pero también destacó su cambio de mentalidad una vez clasificado para las semifinales, revelando que "cuando el Djokovic real está en pista, en ese momento no hay quien pueda jugar con él".
Con 36 años, Djokovic continúa dejando su huella en la historia del tenis, superando récords y demostrando una determinación inquebrantable. Su travesía emocional en las ATP Finals no solo fue un reflejo de sus altibajos, sino también una ventana a la mentalidad feroz que lo impulsa a la búsqueda constante de la excelencia en la cancha.**
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